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El aprendizaje: 99,9% amor y 0,1% de neurociencia


Hay varios estudios (pero nunca suficientes en mi humilde opinión) que desmitifican la idea de las inteligencias múltiples. En esencia, no hay personas más inteligentes que otras solo porque nacieron con algo en sus genes que lo predisponen a aprender mejor una cosa u otra. En el área de la neurociencia se habla más bien de etapas de creación y fortalecimiento de redes neuronales y de cómo el cerebro se adecua a las interacciones con el medio circundante.

En pocas palabras, un cerebro que es <correctamente> estimulado durante las etapas en donde posee mayor cantidad de neuronas (un poco antes del nacimiento y la infancia) es capaz de entender con mayor facilidad el mundo que le rodea y enfrentará con mayores y mejores herramientas los desafíos futuros, es decir, se puede aprender CUALQUIER COSA si se incita correctamente a aprenderlo. La clave entonces es, ofrecer un entorno educativo diverso, seguro y estimulante para los infantes. Pero no intente saturar a su hijo con información, No es necesario escuchar todo el día y todos los días a Mozart (de hecho, el mismo famoso <efecto Mozart> se puede conseguir con la música de The Beatles o cualquier banda que en sus melodías use más de tres acordes).   Tampoco se trata de ponerle desafíos complejos que le rompan la cabeza, hay que entender que el aprendizaje llega cuando el cuerpo (y la mente) lo requiere, y de este modo se vuelve mucho más significativo (como nos encanta esta palabra a los profesores). Por ejemplo, los mejores momentos para internalizar y aprender una segunda lengua es durante edades tempranas, siempre y cuando el niño se vea rodeado de personas que utilicen esa lengua. Por otro lado, un niño que ve a sus padres leer diariamente, imitará dichas conductas y se normalizará en él esa actividad, así que, si los padres estamos todo el día conectados al celular, los niños considerarán que eso es lo normal y lo asimilarán mejor y más rápido, o peor aún, si simplemente les entregamos una pantalla para que nos dejen en paz (no digan que no lo han pensado) ese niño entenderá que una pantalla táctil es todo lo que necesita.

Durante los primeros años del infante, desde el nacimiento hasta aproximadamente los 11 años, el cerebro está muy favorecido para aprender (y a gran velocidad) debido a la enorme cantidad de neuronas que hay durante este periodo. Con el paso del tiempo, el número de neuronas va en detrimento pero las conexiones se van haciendo más fuertes. Es decir, la niñez es el periodo durante el cual los educandos (y sus cerebros) están ávidos de conocimiento, de ver, experimentar, preguntar, en definitiva, absorber la mayor cantidad de información posible. Ya después de los 11 años (aproximadamente) el cerebro  no es tan receptivo a la información y comienza a eliminar las conexiones sinápticas que se utilizan menos y fortalece aquellas que tienen un uso más cotidiano (esta es una etapa de perfeccionamiento de los aprendizajes adquiridos con anterioridad y que son parte de los intereses del niño). Dejemos en claro inmediatamente que nunca terminamos de aprender, pero la velocidad con la cual lo hacemos va disminuyendo, porque nuestros cerebros también tienen que coordinar otras cosas, como los cambios físicos y psicológicos de la pubertad. Ya desde los 12 años los intereses cambian, ahora el niño no busca la aprobación de los padres, más bien comienza a buscar su propia identidad, intenta ser aceptado por sus pares, y con el paso del tiempo, también buscará la aceptación del sexo opuesto (no hablaremos de los 123156548 géneros que supuestamente existen ni la identidad de genero). Queda de manifiesto entonces que tenemos casi 12 años para moldear y modelar a nuestros hijos de la manera que nos parezca correcta y que, luego de este tiempo, ya tenemos que permitir que busquen su propio camino, en función a sus deseos e intereses. Después de los 15 años es extremadamente difícil hacer entender a un joven, la importancia de leer bien, de hacer los ejercicios de matemática, ellos están más preocupados de encajar en una realidad de la cual se hacen  cada día más conscientes y que muchas veces los abruma con sus dificultades y posibilidades. 

En los establecimientos educacionales en los que he trabajado, en enseñanza media sobretodo, se nota en demasía los problemas ocasionados por los vacíos que se generan durante la educación primaria, vacíos que difícilmente se logran suplir y que condicionan muchas veces el rendimiento y calificaciones del estudiante, junto a todos los demás problemas que esto conlleva; predisposición a la frustración, rebeldía y desinterés. Esto también lo explica la neurociencia. El ser humano es un ser de instintos, querámoslo o no. Cuando se ve enfrentado a situaciones de peligro (como el estrés) activará sus mecanismos de defensa, agresividad, acurrucarnos en posición fetal, correr, etc, lo que a nivel cognitivo se traduciría en un <no soy bueno para matemáticas, yo soy más humanista> (y viceversa), o un simple, <no lo sé, no lo entiendo>. El cerebro busca la salida rápida e inmediata, la del mínimo esfuerzo, por una cuestión de supervivencia, si no fuera así aun estaríamos pensando si realmente es buena idea sacar la mano del agua hirviendo o si primero sería prudente calcular la temperatura del agua para determinar cuanta energía calórica se está traspasando entre el agua y la mano. El ejemplo es muy específico quizás, pero explica el punto. Debemos reaccionar ante el peligro con el menor esfuerzo posible y rápidamente. Es más fácil decir que no sabemos, que no nos interesa o que no es lo nuestro, que intentar esforzarnos en aprender.

Entonces la conclusión será, estimule a sus niños, comparta con ellos esos momentos de aprendizaje que surgen, por ejemplo, al mirar a la luna en el cielo y preguntar ¿Por qué la luna no se cae? ¿Por qué a veces se ve solo la mitad de la luna?  ¿por qué la tierra es café? Esas instancias son los más estimulantes y a su vez las más importantes de compartir con los hijos.
En el momento en que los jóvenes muestren interés por algo, haga todo lo posible por responder sus preguntas, por ayudarlo y guiarlo a las respuestas, es un proceso maravilloso y enriquecedor tanto para el que enseña como para quien aprende. Ustedes padres, que optaron por educar en casa, tienen un poder e influencia que ningún colegio puede superar.

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