Hay varios estudios (pero nunca
suficientes en mi humilde opinión) que desmitifican la idea de las
inteligencias múltiples. En esencia, no hay personas más inteligentes que otras
solo porque nacieron con algo en sus genes que lo predisponen a aprender mejor
una cosa u otra. En el área de la neurociencia se habla más bien de etapas de
creación y fortalecimiento de redes neuronales y de cómo el cerebro se adecua a
las interacciones con el medio circundante.
En pocas
palabras, un cerebro que es <correctamente> estimulado durante las etapas
en donde posee mayor cantidad de neuronas (un poco antes del nacimiento y la infancia)
es capaz de entender con mayor facilidad el mundo que le rodea y enfrentará con
mayores y mejores herramientas los desafíos futuros, es decir, se puede
aprender CUALQUIER COSA si se incita correctamente a aprenderlo. La clave
entonces es, ofrecer un entorno educativo diverso, seguro y estimulante para
los infantes. Pero no intente saturar a su hijo con información, No es
necesario escuchar todo el día y todos los días a Mozart (de hecho, el mismo
famoso <efecto Mozart> se puede conseguir con la música de The Beatles o
cualquier banda que en sus melodías use más de tres acordes). Tampoco se trata de ponerle desafíos
complejos que le rompan la cabeza, hay que entender que el aprendizaje llega
cuando el cuerpo (y la mente) lo requiere, y de este modo se vuelve mucho más significativo
(como nos encanta esta palabra a los profesores). Por ejemplo, los mejores
momentos para internalizar y aprender una segunda lengua es durante edades
tempranas, siempre y cuando el niño se vea rodeado de personas que utilicen esa
lengua. Por otro lado, un niño que ve a sus padres leer diariamente, imitará
dichas conductas y se normalizará en él esa actividad, así que, si los padres
estamos todo el día conectados al celular, los niños considerarán que eso es lo
normal y lo asimilarán mejor y más rápido, o peor aún, si simplemente les
entregamos una pantalla para que nos dejen en paz (no digan que no lo han
pensado) ese niño entenderá que una pantalla táctil es todo lo que necesita.
Durante los primeros años del
infante, desde el nacimiento hasta aproximadamente los 11 años, el cerebro está
muy favorecido para aprender (y a gran velocidad) debido a la enorme cantidad
de neuronas que hay durante este periodo. Con el paso del tiempo, el número de neuronas
va en detrimento pero las conexiones se van haciendo más fuertes. Es decir, la
niñez es el periodo durante el cual los educandos (y sus cerebros) están ávidos
de conocimiento, de ver, experimentar, preguntar, en definitiva, absorber la
mayor cantidad de información posible. Ya después de los 11 años
(aproximadamente) el cerebro no es tan
receptivo a la información y comienza a eliminar las conexiones sinápticas que
se utilizan menos y fortalece aquellas que tienen un uso más cotidiano (esta es
una etapa de perfeccionamiento de los aprendizajes adquiridos con
anterioridad y que son parte de los intereses del niño). Dejemos en claro
inmediatamente que nunca terminamos de aprender, pero la velocidad con la cual lo hacemos va disminuyendo, porque nuestros cerebros también tienen
que coordinar otras cosas, como los cambios físicos y psicológicos de la pubertad. Ya desde los 12 años los intereses
cambian, ahora el niño no busca la aprobación de los padres, más bien comienza
a buscar su propia identidad, intenta ser aceptado por sus pares, y con el paso
del tiempo, también buscará la aceptación del sexo opuesto (no hablaremos de los 123156548
géneros que supuestamente existen ni la identidad de genero). Queda de manifiesto entonces que tenemos
casi 12 años para moldear y modelar a nuestros hijos de la manera que nos
parezca correcta y que, luego de este tiempo, ya tenemos que permitir que
busquen su propio camino, en función a sus deseos e intereses. Después de los 15
años es extremadamente difícil hacer entender a un joven, la importancia de
leer bien, de hacer los ejercicios de matemática, ellos están más preocupados
de encajar en una realidad de la cual se hacen cada día más conscientes y
que muchas veces los abruma con sus dificultades y posibilidades.
En los establecimientos
educacionales en los que he trabajado, en enseñanza media sobretodo, se nota en
demasía los problemas ocasionados por los vacíos que se generan durante la educación primaria, vacíos que
difícilmente se logran suplir y que condicionan muchas veces el rendimiento y
calificaciones del estudiante, junto a todos los demás problemas que esto conlleva; predisposición a la frustración, rebeldía y desinterés. Esto también
lo explica la neurociencia. El ser humano es un ser de instintos, querámoslo o
no. Cuando se ve enfrentado a situaciones de peligro (como el estrés) activará
sus mecanismos de defensa, agresividad, acurrucarnos en posición fetal, correr,
etc, lo que a nivel cognitivo se traduciría en un <no soy bueno para
matemáticas, yo soy más humanista> (y viceversa), o un simple, <no lo sé, no lo
entiendo>. El cerebro busca la salida rápida e inmediata, la del mínimo
esfuerzo, por una cuestión de supervivencia, si no fuera así aun estaríamos
pensando si realmente es buena idea sacar la mano del agua hirviendo o si
primero sería prudente calcular la temperatura del agua para determinar cuanta
energía calórica se está traspasando entre el agua y la mano. El ejemplo es muy específico quizás,
pero explica el punto. Debemos reaccionar ante el peligro con el menor esfuerzo posible y rápidamente. Es más fácil
decir que no sabemos, que no nos interesa o que no es lo nuestro, que intentar esforzarnos
en aprender.
Entonces la conclusión será,
estimule a sus niños, comparta con ellos esos momentos de aprendizaje que
surgen, por ejemplo, al mirar a la luna en el cielo y preguntar ¿Por qué la
luna no se cae? ¿Por qué a veces se ve solo la mitad de la luna? ¿por qué la tierra es café? Esas instancias son los más estimulantes y a
su vez las más importantes de compartir con los hijos.
En el momento en que los jóvenes
muestren interés por algo, haga todo lo posible por responder sus preguntas,
por ayudarlo y guiarlo a las respuestas, es un proceso maravilloso y
enriquecedor tanto para el que enseña como para quien aprende. Ustedes padres,
que optaron por educar en casa, tienen un poder e influencia que ningún colegio
puede superar.
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